Se acaban los incentivos para vehículos eléctricos en Canadá
La medida afecta principalmente a fabricantes chinos, que hasta ahora habían ganado terreno en el mercado canadiense gracias a una oferta de EVs más asequibles.

Se acaban los incentivos para vehículos eléctricos en Canadá. Crédito: Shutterstock
En un giro inesperado, el gobierno canadiense ha anunciado el fin de los incentivos federales para la compra de vehículos eléctricos (EV) importados de países que no tienen acuerdos de libre comercio con Canadá. Esta decisión, marca un cambio radical en la política hacia la electrificación del transporte.
Los incentivos del programa federal, conocidos como iZEV, permitían a los compradores de estos modelos acceder a descuentos significativos, lo que alentaba la adopción de este tipo de tecnologías sostenibles.
El contexto detrás de la decisión

De acuerdo con la viceprimera ministra y ministra de Finanzas, Chrystia Freeland, esta estrategia responde a la necesidad de “nivelar el campo de juego” para los fabricantes locales, quienes enfrentan una competencia feroz por parte de empresas extranjeras que, según el gobierno, se benefician de subsidios estatales.
Estas ventajas han permitido a los fabricantes chinos ofrecer vehículos a precios que los productores canadienses no pueden igualar, creando lo que Ottawa considera un mercado desequilibrado. La decisión canadiense no es un caso aislado. Países como Estados Unidos y la Unión Europea ya han implementado medidas similares para proteger sus propias industrias automotrices.
Por ejemplo, la UE introdujo aranceles de hasta el 37.6% a los vehículos eléctricos provenientes de China, alegando prácticas comerciales desleales. En el caso de Canadá, además de eliminar los incentivos, se han impuesto aranceles del 100% a los EV chinos, y un 25% adicional a productos de aluminio y acero importados de este país.
Impacto en consumidores y fabricantes
Para los consumidores canadienses, la eliminación de incentivos supone un golpe directo a su bolsillo. Los descuentos ofrecidos por el programa iZEV podían alcanzar hasta 5,000 dólares canadienses por vehículo, una cifra significativa que hacía más accesible la compra de automóviles eléctricos, especialmente en los segmentos económicos.
Ahora, quienes busquen un EV tendrán que considerar opciones más costosas o fabricadas en países con acuerdos comerciales vigentes con Canadá, como Estados Unidos, México o algunos miembros de la Unión Europea.

Por otro lado, los fabricantes internacionales afectados podrían reconsiderar sus estrategias para el mercado canadiense, lo que podría limitar la oferta de vehículos eléctricos en el país. Esto, a su vez, podría ralentizar la transición hacia una movilidad más sostenible, un objetivo clave en la agenda ambiental de Canadá.
Sin embargo, no todo es negativo. La decisión también podría ser una oportunidad para los fabricantes nacionales y aliados comerciales, quienes ahora tendrán menos competencia en el mercado canadiense. Empresas establecidas en países como Estados Unidos, que cuentan con acuerdos de libre comercio con Canadá, podrían aprovechar esta situación para expandir su presencia y consolidar su posición en el mercado de vehículos eléctricos.
Un futuro incierto para la movilidad eléctrica
Aunque la intención detrás de esta política es fortalecer la economía local, los expertos advierten que podría tener consecuencias negativas para los objetivos ambientales del país. La reducción de opciones en el mercado y los precios más altos podrían desalentar a muchos consumidores interesados en adoptar tecnologías limpias, afectando los planes de Canadá para reducir emisiones de carbono.
Además, esta decisión llega en un momento crítico para la industria automotriz global, que se encuentra en plena transformación hacia la electrificación. La competencia internacional es feroz, y los consumidores están cada vez más inclinados a buscar vehículos eléctricos como alternativa a los combustibles fósiles.
Reflexiones finales

El fin de los incentivos para vehículos eléctricos importados en Canadá es una muestra de cómo las políticas comerciales y ambientales pueden entrar en conflicto. Por un lado, proteger a los fabricantes nacionales es esencial para garantizar empleos y mantener una economía sólida. Por otro, limitar la accesibilidad a tecnologías limpias podría entorpecer los esfuerzos por combatir el cambio climático.
Mientras el mercado y las políticas gubernamentales se adaptan a esta nueva realidad, queda por ver cómo responderán los consumidores y qué impacto tendrá esta decisión en la transición hacia un futuro más sostenible.
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